No sé si les habrá pasado en alguna oportunidad, pero a veces - por suerte muy pocas - me he sentido mal por ser floridense. Y eso porque a pesar de no haber nacido ni haberme criado en Florida, los 45 añitos que llevo viviendo acá, con dos generaciones de hijos y un montón de amigos floridenses, hacen que lo que realmente sienta es agradecimiento a esta sociedad maravillosa que me recibió tan bien en su momento y me hizo sentir tan cómodo en su seno que me permitió desarrollar mi vida normalmente, al tiempo que iba adquiriendo la "nacionalidad", olvidando mi nacimiento capitalino y mi infancia "canaria".
No quiero entrar en detalles sobre esas infortunadas ocasiones, que siempre fueron mínimas y muy puntuales, porque lo que realmente me mueve es la emoción, el orgullo y la alegría de ser floridense por lo sucedido entre la noche del sábado 25 y la madrugada del domingo 26 de Febrero en el Estadio Campeones Olímpicos.
Por supuesto que ya todo el mundo sabe lo ocurrido en el terreno estrictamente deportivo, campeones en juveniles y subcampeones en mayores, que ya es mucho decir. No comparto la opinión de los que dicen "de los segundos nadie se acuerda", borrando de un plumazo todo lo bueno hecho anteriormente para poder llegar a ser segundos. Pero vamos por partes, como dijo el dueño del matadero.
Lo de los juveniles es rayano en la hazaña. Comenzando con un plantel al que por diversos motivos le faltaban algunos jugadores considerados clave por el técnico, perdiendo el primer y último partido a pesar de luchar con uñas y dientes - pero sin incurrir en actitudes antideportivas - superados por rivales netamente superiores técnicamente. Con algunos empates y triunfos agónicos, logrados por los antedichos uñas y dientes, poniendo todo el fervor y la pasión que se debe sentir dentro de un campo de juego, más aún si la camiseta puesta es la albirroja. Hasta llegar a esa instancia clave que fue la primera final en Tarariras, donde todo parecía a priori augurar la derrota: las goleadas conque el rival venía despachando sucesivamente enemigos en su campo; la tribuna hostil; y hasta la naturaleza, que simultáneamente con el pitazo inicial del árbitro descargó una lluvia que no fue a mares ni a baldes, eran camiones cisterna de agua que cayeron incesantemente durante todo el primer tiempo. Y así, en esas condiciones, los gurises se trajeron un importantísimo, desnivelante y definitivo 3 - 1 a favor.
Pero hay más a agregar, que habitualmente se toma como menos importante, pero que en un grupo de adolescentes-casi hombres adquiere una verdadera jerarquía: el grupo humano y el entorno de ese grupo. Allí todo el mundo se aplicó y respetó la disciplina requerida por los técnicos. Nadie hizo un gesto de desagrado cuando fue sustituido o perdió la titularidad. Se aceptó unánimemente la inclusión en el plantel, ya con el torneo en rueda de revanchas, de alguno de los jugadores clave que no habían estado al comienzo, a sabiendas que eso podía acarrear la pérdida del puesto o de las posibilidades de jugar. Y, fundamentalmente, siempre reinó la camaradería y el buen humor en todo momento.
Hay dos anécdotas que ejemplifican perfectamente lo anterior:
-En algún momento de las prácticas y las concentraciones previas a los partidos, a uno de los integrantes del plantel se le "desapareció" el celular, que no volvió a aparecer. Sin más trámites ni requisitorias, el resto del plantel se movilizó, hizo una colecta y entre todos le repusieron el teléfono. Sin palabras.
-En pleno festejo de la obtención del título, uno de los integrantes más conspicuos del plantel le decía al DT "te das cuenta que esto es histórico, si jugamos 10 partidos más con estos de Colonia no les ganamos ninguno"!!
Y en cuanto al entorno, la presencia de padres, familiares, amigos e hinchas fue constante y permanente. En Tarariras, bajo aquel diluvio que apenas dejaba ver hasta la mitad de la cancha, la tribuna floridense opacó a las de Colonia, aún en el primer tiempo que terminó 1-0 a favor del local. Y eso es lo que promueve al orgullo, el apoyo acá en Florida no siempre se consigue, pero es fácil. En ese lugar, en ese momento y en esas condiciones, fue una proeza.
Perdón por lo que voy a decir, pero lo que tiene que ver con la selección mayor... es exactamente lo mismo. Un recorrido erizado de dificultades, con momentos en que se avizoraba el quedarse en el camino: 3-0 abajo en Paso de los Toros ya iniciado el segundo tiempo, y de visitante terminar ganando 4-3 y atajando un penal en el último segundo; 2-1 abajo en San José, sabiendo que se debía ganar por 3 goles de diferencia para clasificar, y darlo vuelta a 5-2. A los que piensan que de los segundos nadie se acuerda, les digo que estén seguros de que, así como todo Brasil recuerda hasta hoy Maracaná, Paso de los Toros y San José van a tardar mucho en olvidarse del subcampeón que logró esas hazañas a su costa.
Así que, entonces, la única diferencia entre mayores y juveniles fue que estos malograron 2 penales no decisivos, y aquéllos sólo uno, pero mortal.
Y por último, pero lo más importante, nuestra gente. Que sufrió lo indecible las dos derrotas ante Colonia, pero reconociendo en su fuero íntimo la superioridad del rival, sin absolutamente ninguna actitud beligerante. Que festejó como correspondía con los juveniles y despidió a los mayores con el aplauso que merecían. Y, fundamentalmente, permaneció en las tribunas y premió con su aplauso y con total hidalguía a la selección de Colonia cuando se les entregó la copa de Campeones.
Por todo eso somos Campeones Totales, porque ganamos con coraje y dientes apretados, y perdimos con hidalguía y reconocimiento a los méritos del rival.
¡Qué maravilloso haber vivido esto! ¡Enormes gracias, Florida, por haberme hecho floridense!!
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