29 de marzo de 2012

Se van los colores










Uno de los beneficios agregados que queda de la gran actuación de la selección de Uruguay en el Mundial, es la alegría de ver banderas uruguayas por todos lados.

Cuando uno está lejos de su tierra añora muchas cosas, pero la ausencia más grande, después de la familia, es la ausencia total de nuestra bandera, mas allá de nuestras casas o la sede del Club Uruguay, pero en el último mes, no estuvo o está fuera de lo común, cruzarse con autos con la querida bandera de franjas y sol.

En los 40 años que hace que estoy “fuera de casa”, siempre tuve algún distintivo que dejara claro que ese auto con placa SAN-CONO, es de un uruguayo, y como yo tantos otros compatriotas hacen lo mismo, pero son detalles pequeños y que muchas veces pasan desapercibidos; ahora no, ahora las banderas en la ventana, van pregonando a los cuatro vientos que somos Uruguayos y que estamos orgullosos de serlo.

Los bocinazos te hacen dar vuelta la cabeza, y desde el auto de al lado, un uruguayo que nunca habías visto antes, te grita a voz en cuello “Vamo Uruguay carajo”… o “ Hoy los comemos en dos panes”… “ Soy celeste”… “ Qué bien los pibes ehhh”.

Hombres, mujeres y niños, muchos de ellos nacidos acá, van por la calle o los centros de compra con la celeste puesta, porque se sienten con la total libertad y la obligación de identificarse y hacer saber que nosotros entramos entre los cuatro mejores del mundo.

Me encantó el Mundial hasta ahora, lo disfruté, grité a solas (por cábala), no me perdí un partido, ni me pienso perder los dos que quedan, pero cuando
termine lo que más voy a extrañar, va a ser el no ver más esas banderas flameando… Me quedará el vacío de cuando se apagan las bocinas y se van los colores.


Gracias a todos los integrantes de la selección de Uruguay por las alegrías… que se repita.

El Tordillo


26 de marzo de 2012

La Florididad




CAPÍTULO 4






Hablábamos  de la colecta para el barrido del templo y de la relación de nuestros antepasados con la iglesia.
Cuenta Dibarboure que el 15 de febrero de  1867 viendo que  el cura no solo no ponía un solo peso sino lo que es peor, se llevaba lo que ponían los demás, los floridenses se calentaron.
Se calentaron mal.
Lo atropellaron.
Literalmente... lo atropellaron.
Fueron a buscarlo a la capilla y le bailaron un malambo arriba.
Ese día la comisaría quedó chica  para hospedar a tanto floridense.
Resultado: al cura hubo que conseguirle  otro destino.
Lo sacaron porque se lo comían.
Creyentes sí, pero no tarados.

Muy creyentes en las vírgenes, en los santos y en Jesús hemos salido los nacidos por estas tierras.
Cuestionadores de los curas y de la estructura religiosa.
“Yo creo en Dios pero a mi manera” es una frase bastante floridense.
 ¡Y tenemos entre nosotros a una buena cantidad de sanconianos que no son  católicos!
¡Creemos en la virgencita de los 33 pero no en los curas!
¡En el Vaticano  siguen haciendo concilios  para tratar de entenderlo!
¡No! ¡Vayan dejando! ¡Expliquen la resurrección que es más fácil!
¡Expliquen lo de la Virgen María que al lado de esto es una pavada!

Creo que el siguiente concepto es: CREYENTES PERO NO TANTO.

Volvamos unos minutos a las pinturas de nuestros antepasados.
Es interesante arrancar desde tan atrás.
¿Cómo pintábamos los floridenses hace dos mil años?
¿Sabemos algo de  las pinturas que se han encontrado?

Tonalidades rojizas  -dice Nina. 
Rojizo, sobre la piedra -que seguramente era gris claro- nos estaba marcando el color de nuestras camisetas de futbol.
Sí… los orígenes de la albirroja.
Dicen que nuestros indios floridenses realizaron sus pinturas en la zona del kilómetro 171 de la Ruta 5 .
Muy cerca de Goñi, al ladito de Durazno.
Y también pintaron a 25 kilómetros al oeste de la Villa de la Florida.
En la margen derecha del Arroyo de la Virgen.
¡En la margen derecha del Arroyo de la Virgen!
Es decir… nuestra pintura albirroja y floridense  nos quedó del otro lado…en la margen derecha, en las piedras  del departamento de San José.
Sí, es el origen de la albirroja.
Dejamos tres puntos de locatarios.
Ya empezábamos por esos años a perder de locatarios con los maragatos y con los de Durazno.

¿Y cómo eran esos grafitis, antepasados de los que han aparecido últimamente por toda la ciudad?
Citamos textualmente: Líneas zigzagueantes, dice Nina.

Cuando a uno le dicen "zigzagueantes" no puede dejar de pensar en "alcohólicos"
Pero dicho así suena muy fuerte.
No,  los floridenses no somos –necesariamente- alcohólicos.
Yo creo que somos FESTEJADORES.

Somos de festejar en grupo todo lo que se nos cruza.
Nos gusta festejar.
Y si hay alcohol no nos indigna.
De hecho el alcohol ha estado presente en buena parte de nuestra historia.
Dice Nina Riva que en el entorno del Fortín de Santa Teresa “se nuclearon familias, guardianes y pulperías” así en plural: Pulperías.
Y si tenemos en cuenta que el fortín es de 1760 y se rodeó de pulperías no deberíamos dejar pasar por alto que recién en el 79 (19 años después) apareció la primera capilla.
Para los floridenses lo primero es lo primero.
Hermosa capilla sí, pero rodeada de pulperías.
 Para nosotros las prioridades han estado claras desde el comienzo.
¿Cuál fue la primera agro-industria de Florida, antes de 1890?
La vitícola de La Cruz-

Y festejamos.
¡Como festejamos!
Seguramente desde aquellos días llega la costumbre de llenar nuestras calles los 25 de agosto, los 3 de junio, el Día de los Patricios, de la Virgen de los 33, etc, etc, porque nos damos maña para encontrar razones para llenar las calles.
Caravanas políticas, corsos, procesiones, carreras, manifestaciones y retretas.
¡Ah sí! Somos de salir a amontonarnos y  a pecharnos a la  calle.
Somos de festejo fácil.
“Paseos diarios de tardecita en torno a la Plaza Vieja, en los que a veces se oían los acordes de una banda de aficionados. En las grandes fechas patrias se realizaban bailes populares” cuenta Nina Riva que sucedía en la primera parte del siglo XIX en nuestra ciudad.
Sí, el siguiente concepto es: FESTEJADORES



23 de marzo de 2012

Un personaje nefasto

 










Hay tres cosas que a esta altura de mi vida – 73 años – se me hacen muy difíciles de soportar en los seres humanos: la soberbia, la impunidad y la mentira en provecho propio.

  Justamente los tres ítems se juntan en la persona del Sr. Eduardo Mosegui, personaje nefasto que ha tomado notoriedad en nuestro medio en los últimos días debido a las acusaciones que ha hecho contra la delegación juvenil de fútbol sub-18 de Florida que disputara un encuentro contra Paysandú en el Estadio Juan A. Lavalleja de Trinidad el día jueves 15 próximo pasado.
Debido a nuestra por todos conocida actuación a nivel del Fútbol Infantil, tuvimos la chance de conocer de cerca al Sr. Mosegui, por entonces Presidente de la Liga Regional del Sur de Las Piedras, en oportunidad de realizarse los Congresos de O.N.F.I.

  No podemos decir que el Sr. Mosegui es un ventajero, fraudulento y fascineroso – como lo oímos reiteradamente en los pasillos de O.N.F.I. – porque no nos consta ni tenemos pruebas de ello. Pero sí podemos decir, luego de lo presenciado en Trinidad, que es una mala persona que goza de las tres características de que hablábamos al comienzo.

  La soberbia del Sr. Mosegui le permitió pasearse por todo el contorno del campo de juego mientras se desarrollaba el mismo, manteniendo permanentes charlas telefónicas. De acuerdo a lo manifestado por integrantes de nuestra delegación, que sí estaban cumpliendo su función, el Sr. Mosegui atendía sus actividades personales – venta de carne – mediante el uso de un celular, en lugar de preocuparse por el desarrollo del encuentro y colaborar con el veedor, según él novato en el cargo, motivo por el cual fue designado por O.F.I., quizás aún proporcionándole el teléfono celular, y por lo cual debe percibir jugosos honorarios. Total impunidad al respecto.

  Pero la impunidad además se extiende a la mentira. Porque la raíz de todo el problema, y lo que en especial nos atañe, es que el Sr. Mosegui recibió sí la repulsa y la reacción de la parcialidad floridense, pero no aclara que fue debido al hecho de que él hizo deliberados gestos obscenos, propios de alguien sin la más mínima educación, dirigidos especialmente al sector femenino de la misma.

  Miente también cuando afirma que hubo violencia de parte de los jugadores. El encuentro transcurrió sin problemas, el único expulsado que tuvo Florida se retiró inmediatamente, sin protestas ni gestos de reprobación hacia el fallo. Hace hincapié en los antecedentes de otras selecciones juveniles, ignorando que justamente por eso estos gurises estaban muy bien aleccionados en el sentido de no reaccionar indebidamente.

  Miente además cuando acusa a nuestra parcialidad de haber golpeado el automóvil en que se retiraba “que sufrió múltiples desperfectos”. Debemos reconocer que fue rodeado y duramente increpado, en especial por las damas que sufrieron su afrenta, pero si el automóvil sufrió desperfectos, supongo que abolladuras, debía ya tenerlas previamente debido a los golpes que el Sr. Mosegui se da contra la decencia.

  Nuestro orgullo de ser floridenses no nos permite dejar que seamos calumniados así por un individuo de esta calaña, en especial por los jóvenes integrantes del plantel, que disputaron el encuentro - que nunca debieron haber jugado reglamentariamente - y cayeron con hidalguía ante un rival esa noche superior.

  Quisiera apelar además, Sr. Director, a la jerarquía y prestigio de vuestro periódico para hacer llegar esta nota, si es posible, a O.F.I. y al Ministerio de Deportes. Desde ya, muchísimas gracias.

Dr. Ibsen Rama Emanueli
                                                                           C.I. 816676-7



21 de marzo de 2012

La Florididad






CAPÍTULO 3




Cuenta el Beto Dibarboure en su libro “Un abril para Florida” que en el año 1809 nuestra plaza quedó enmarcada por cuatro calles.
Y por aquel siglo que amanecía, seguramente los primeros floridenses dirían:

-Yo soy Recalde y vivo en la calle grande.
-Y yo vivo en la calle que vive Recalde- diría algún otro.
-Yo vivo cerquita del vecino de Recalde, en la misma calle que Meregildo Martínez.

Y como el pueblo crecía y crecía, llegó el momento de ponerle nombres a nuestras primeras vías de tránsito.
¡Qué momento!
¿A quién homenajeamos los floridenses con nuestras primeras calles?
No teníamos héroes ni fechas.
Ni siquiera teníamos intendentes o diputados a quien homenajear
Florida no había salido campeón de nada.
¿De dónde sacábamos los primeros nombres?
Del santoral.
Y les pusimos a todas las calles nombres de santos:
San José, San Francisco, San Bernardo y San Prudencio.
Ni siquiera una santa metieron.
Con la cuotificación femenina una de las calles tendría que haber sido Santa algo.
Santos varones nuestras primeras cuatro calles.

¿Católicos será el siguiente vocablo?
No.
Resulta que apenas se  distrajeron los insignes fundadores, nosotros fuimos y les cambiamos los carteles.
En poco tiempo pasaron a llamarse  Gallinal, General Flores, Batlle y Ordoñez e Ituzaingó.
Es decir católicos… pero no fanáticos.
No le salimos ni de turbantes ni de sotana a la calle, no le vamos a misa  todos los domingos, no le rezamos el rosario en el hipódromo ni nos persignamos cuando vamos a hacer un trámite a la intendencia.
Por más que hayamos tenido siempre una fuerte y fluida relación con la iglesia.
Ejemplo: En el 1867 nuestros antepasados juntaban dinero para las fiestas y para pagar el barrido del templo.

Por ahí podríamos hablar de Solidarios como una característica floridense.
Y creo que no me equivoco si lo pongo.
Somos los floridenses por naturaleza solidarios y  generosos.
En cuanta colecta hacíamos y hacemos… siempre ponemos.
Nunca falla una colecta en nuestro pueblo.
Somos generosos con nuestros bienes.
Y más aún con los ajenos.

A los bienes ajenos los ponemos a disposición.
Vieja costumbre que desembocó en las radiotelemaratones con frases tan floridenses como: “¡¿300 pesos?! ¡¿Con la guita que tiene puso 300 pesos?!”

Igualmente, me quedo con esa virtud: SOLIDARIOS.
Los floridenses somos solidarios…


Marciano Durán



19 de marzo de 2012

El triunfo de la violencia?

 



  





   El cierre de un comedor público en el barrio más poblado de la ciudad de Florida es ejemplo fiel del triunfo de la violencia por sobre las soluciones que la institucionalidad y quienes la administran puede ofrecer a la sociedad.
Ya es un fracaso, aunque no el final de la historia.
   La insana e impune acción de unos pocos ha coartado el derecho de aquellos que necesitan algo básico: alimento.


   No fue un hecho aislado, es cierto, por esto también debe ser un llamado de atención, de reflexión, para actuar de otra manera.
En el caso concreto del comedor de INDA administrado por la Intendencia de Florida existen registros de innumerables denuncias en la interna de la Intendencia y ante la Policía.
Trabajan en la zona no solamente las instituciones públicas competentes sino además una red de contención social importante.

   Pero una vez más la violencia les roba lo que sembraron, porque aunque germinen valores y se construyan caminos de socialización, parece aplicarse el dicho de yerba mala…
Es indudable, por más que moleste la aseveración, que frente a tamaña decisión de cerrar el servicio y pensar trasladarlo hacia otro lugar físico, la credibilidad de las Instituciones públicas y organizaciones sociales están en tela de juicio.

   Han robado y han atentado en innumerables ocasiones contra la integridad física de sus pares y de quienes intentan ayudarlos.
Fracasaron los voceros calificados y las mesiánicas promesas.
Sin llegar a ser tremendista, el caos gobierna en una zona de la ciudad, le pegó una bofetada a la institucionalidad, a la racionalidad y a la comprensión social.

   Pocos, no importa cuántos, tomaron el barrio, se quedan con el territorio.
Respuestas institucionales como la del cierre de un servicio los hacen fuertes.
En términos futbolísticos, por ahora el partido se juega en la cancha de ellos.





16 de marzo de 2012

La Florididad







CAPÍTULO 2


Bien…
Es notorio que los floridenses tenemos  nuestros altibajos.
En un mismo año las vacas se nos mueren de sed y el Santa Lucía nos tapa el parador.
Es notorio que los floridenses tenemos nuestros altibajos
Seguramente  son los mismos contrastes de luz y de sombra que tienen las lunas de Cuneo.
Sufrimos por la tierra  con la misma nostalgia que Juan Cunha.
Te pintamos un paisaje a la mañana y te ganamos una carrera a la tarde como buenos descendientes de Juan Curuchet.
Nos paseamos con la albirroja de visitantes con la bravura  del último matrero.
Tenemos cada uno de nosotros  la generosidad  milagrosa de nuestros santos.
Somos en definitiva los floridenses  fuertes e infranqueables, como la música de  Ulises Pasarella y a la vez frágiles e inundables como la pasarela sin el Ulises.
Todo depende de cómo nos agarren.


Hablaremos de nosotros, los floridenses y decodificaremos  costumbres hasta   transformarlas en un vocablo.
Escribiremos una por una las palabras que definan a un floridense.
¿Podremos encontrar 13 características de un floridense?
Vamos a intentarlo.
Comencemos de la mano de Nina Riva a quien acudiremos permanentemente en esta nota.
 A ella, al Beto  Dibarbure, a José Monti, a  Lorier, a Pérez Dauria, Wilson Monti Grané, Ariosto Fernández, Fernando González y a Alberto Cruz, ellos  serán algunos de los bastones en que nos apoyaremos en esta  crónica.

Nina Riva en su libro “Florida corazón adentro” nos habla sobre los primeros habitantes de nuestro departamento.
Los primeros de verdad.
Los floridenses de arco y flecha
 ¿Sabemos algo de ellos?
 Sabemos de la existencia de pictografías.
Eran los primeros dibujos  hechos por estos floridenses a los que seguramente les sobraba el tiempo por aquellos años.
Ni tele, ni internet, ni teatro de verano, ni moto al prado.
Poco para hacer.
Dice Nina Riva  textualmente:  “Sobre una roca de granito gneis pulimentada a 1,70 de altura sobre el suelo con tinta.”
Paremos en esta parte.
De esta frase surge el primer dato: pintar…pintábamos.
Y no es un dato menor.
No todos los departamentos del Uruguay tienen ese antecedente.
La primera historia de estas tierras indica que los floridenses pintábamos.
Es decir…de nosotros no podrán decir que éramos vagos, que nos dedicábamos solamente a pescar, a recolectar  y a reproducirnos.
 Eso en todo caso podrán decirlo ahora, pero no hace 2000 años.

Parece que la palabra a decodificar en este caso es HABILES.

Y si.
Fuimos, somos y seremos hábiles artistas los floridenses.
Homo habilis floridensis.
Trabajadores del arte desde hace 2000 años.
Pero no muy fanáticos.
¿Cúpulas de iglesias?
¿Colgados  allá arriba con los brazos acalambrados como en la Capilla Sixtina?
 ¿Arrollados y agarrotados en una catacumba?
¿En la punta de una pirámide con la cabeza derretida al sol?
¿Esculpiendo cabezas gigantes de piedra?
¡Nada de eso!
 Volvamos a Nina Riva: “Sobre una roca de granito gneis pulimentada a 1,70 de altura sobre el suelo, emplearon tinta encarnada, etc,etc”
A la altura del brazo, a la sombra y mojándose los pies en el Arroyo  de la Virgen.   
¡Andá!
No pintamos  sentados porque todavía no se habían inventado las reposeras.
Creo que el primer concepto es:  HABILES Y DE POCO ESFUERZO


 Marciano Durán




14 de marzo de 2012

Uno aquí, otro allá...











Carmencita y Nancy en unas islas en el medio del mar y al borde del desierto.
Los hijos e hijas del tío Tola, por allá abajo, en la isla continente.
Gladys y sus hijos, en tierra castellana, cerca de Madrid y lejos de todos.
Carlitos y su prole, tomando agua sagrada en el Querétaro milagroso.
Ulises, se llevo su música a otra parte, el pentagrama de su vida se llena de notas en tierras extrañas.
Daniel en el norte, tan cerca y a la vez tan lejos.
Alberto al norte del gigante sin corazón y al sur del destierro absoluto.

Esto es simplemente en una familia, la mía, primos, sobrinos, tíos… desparramados por el ancho y largo del mundo, todos por una razón u otra dejamos el refugio de nuestro querido Uruguay y salimos a trotar distancias y fronteras, buscando mejores posibilidades o rastreando sueños. Cargamos nuestros bolsos, empaquetamos los recuerdos, y en vez de llegar en cigüeñas, fuimos paridos en otras tierras, hijos de aviones, barcos o trenes.

Somos todos productos de una época de nuestra tierra, que nos cerraba puertas adentro y las teníamos que abrir para afuera. Muchos de los que salimos nunca volveremos, otros ya no están… Entre nosotros nos perdimos los rastros, comenzamos de a poco a perder nuestra identidad de patria, de familia, de lugar.

Nuestros hijos nos empezaron a hablar en otros idiomas o con acentos diferentes a los nuestros, nuestras nueras y yernos hacen un esfuerzo, o no, para entender nuestra lengua, nuestro acento, nuestras costumbres.

Nosotros levantamos con las manos banderas de otros países, cantamos himnos que no nos pertenecen, con la mente flameamos la celeste y tarareamos “sabremos cumplir, sabremos cumplir”, mientras comemos una paella, soñamos con milanesas, saboreamos con el pensamiento una mulita asada o un guiso de arroz con perdices, mientras recorremos las grandes extensiones de pinos norteños, podemos sentir a lo lejos el aroma de un monte de eucaliptos.

Entramos a la internet y nos encontramos con familiares de los que hacia años no sabíamos nada e intercambiamos fotos de otros tiempos y otros lugares, nos conocemos sin conocernos, nos queremos sin vernos, nos visitamos sin trasladarnos.

Somos los hijos de un Uruguay lejano, al que dejamos porque creímos que nos abandonó, somos fruto de distancias y semillas de nostalgia, nos vamos quedando sin padres, vamos perdiendo la esperanza del retorno, pasamos de ser orientales a ser por y para siempre emigrantes, como dijo Serafín J. García…

"Uno aquí, otro allá, por las estancias,

pelusa’e cardo que esparrama el viento,
esos hijos sin padre se te quedan,
mientras vos ves gastarse tu deseo
de ajuntarlos un día en un rancho,
con sol alegre y nuevo."


El Tordillo


13 de marzo de 2012

La florididad








CAPÍTULO 1


El desafío no es pequeño: definir a un floridense.
O peor aún: definir la florididad.

Y antes… convencerlos a ustedes de que la palabra florididad existe.
Para tratar de entenderlo deberíamos  partir del sentimiento nacionalista como una especie de conciencia prefigurada de ser un pueblo distinto al porteño, al español y a cualquier otro.
Tal vez debamos arrancar en la Redota y hablar de “orientalidad”.
Tal vez si empezamos por ahí, si avanzamos por esos senderos y nos introducimos en el monte espeso de los conceptos…podemos llegar a convenir en la existencia de una forma de ser floridense distinta a la montevideana.

¿Distinta por qué?
Por el centralismo, por los medios de comunicación de la capital, el puerto y el aeropuerto, las fábricas, las murgas, las universidades, el ejecutivo, el legislativo, el judicial y hasta Peñarol y Nacional.
Todo eso y mucho más nos hace a los floridenses, uruguayos distintos de los uruguayos de Montevideo.
De niños íbamos a pasar las vacaciones a Montevideo y éramos los paisanos de Florida y cuando venían nuestros primos ellos eran “los pitucos” de la capital.

Y si seguimos por ahí, si avanzamos en  ese razonamiento podemos convenir que los floridenses también somos distintos a los  sanduceros o a los salteños – por ejemplo-  porque la frontera argentina queda  lejos, porque las radios y los canales que ellos miran nosotros no los miramos, por la agricultura, por los puentes, por la historia, por la frontera, por semejante río que tienen  en la puerta de sus casas.

Y también podemos decir sin temor a equivocarnos que somos diferentes a los maldonadenses porque los porteños no nos visitan todos los veranos dejándonos cosas buenas y malas cosas.
El puerto y el aeropuerto, las magníficas playas, las construcciones lujosas, las torres, el verano y básicamente el aluvión de personas con otros códigos, otras costumbres y hasta otros idiomas.
Me animaría a decir –sin decir disparates- que los floridenses somos uruguayos diferentes a los uruguayos de Maldonado.
Ni mejores, ni peores…distintos en muchos aspectos.
Toma tú, que te toca a ti, dicen en San Carlos y en Rocha.
 Andá a decir “dame tú que te toca a ti” en una bocacalle de Florida a las tres de la mañana.

Si esto que estoy diciendo fuera cierto, si no estoy diciendo disparates, entonces también debemos convenir que los departamentos de la frontera con Brasil se diferencian del nuestro.
Por su alegría, por su música, por su color, por su temperatura, porque incluso juegan distinto al futbol, por su carnaval, por su portuñol y hasta por sus ticholos, sus sardinas y sus garotos.
Intentaré demostrar que también somos distintos a los otros uruguayos del centro del país.

Porque las radios de Montevideo llegan todas a esta ciudad y no solamente las del centro del dial (como sucede arrimándose el Río Negro)
Porque desde el inicio de la TV, en Florida pudimos sintonizar los canales montevideanos con una sencilla antena sobre el techo.
Porque Laudicio le agregaba un buster y los días de “plafón bajo” veíamos los canales argentinos.
Porque la prensa escrita llegó fresquita todas las mañana viajando en el tren, en la Cita o en la Onda.

Hemos vivido en este pueblo lo necesariamente lejos de Montevideo y lo suficientemente cerca de allí.

 Y esos 100 kilómetros han permitido que nuestros gurises pudieran estudiar sin necesidad de irse a vivir a la capital.
Y no es un dato menor.
Ir y venir en el día, no es un dato menor.
Y al hospital Pereyra Rossell y al Clínicas fuimos y volvimos en el día sin recurrir a pensiones ni a parientes.
Y tampoco es un tema menor.
Aunque nos llevara 6 horas de ida y vuelta en los viejos y queridos trenes.

Y nuestros diputados fueron y vinieron en el día (¡bah, algunos solo fueron)
Y nuestros deportistas sufrieron más que los montevideanos el desarraigo, pero menos que los artiguenses.
Por eso han sido más nuestros, porque los lunes después de los partidos los vemos por Independencia.
Diputados, futbolistas, estudiantes y enfermos rinden cuentas mucho más seguido que en Rivera.

Entonces…
No es el departamento más grande del país…pero no es el más chico.
No es el que está más lejos de Montevideo como para que no se oiga lo que se habla allá…pero no es el que está más cerca como para que el ruido no te deje conversar.
No es el más alto y tampoco es el más bajo.
No es el más lindo…y no es el más feo.
No es el que hace más ruido…ni el que está más callado.
¡La pucha!
¡Cómo se parece Florida a los floridenses!

Así que… ¿Cómo se traduce la florididad a partir de lo geográfico, de lo geopolítico, de lo sociológico, de lo antropológico y principalmente de lo histórico?
Cómo diferenciar (con humor) a un floridense de un maragato o de un minuano.
¡Vaya lío en el que me metí!

…No achicarse en situaciones difíciles es una cualidad innata de los nacidos en esta ciudad. Tal vez compartida con otros pueblos…pero nuestra al fin.
Alguno podrá decir: Los de Trinidad no nos achicamos tampoco.
Bueno… eso es problema de ellos.
Vayan, escriban una crónica y cuélguenlo de internet.
No vamos a esperar que todos los demás lo digan para reclamarlo.
 Esto es como los horóscopos: “Los de escorpio son todos orgullosos” te dice el tipo. 
“Yo soy de Leo y también soy orgulloso”, te salta uno.
 Y a mí que me importa, yo le estoy hablando a los de escorpio.

O sea, yo le estoy hablando a  los de Florida  y reitero el concepto: somos de no achicarnos en situaciones difíciles.
Así que sin achicarme, desde el humor y con la perspectiva que nos da alejarnos y mirar el pueblo atentamente durante 30 años desde un lugar algo distante… definamos la florididad.

(Continuará)

11 de marzo de 2012

La puerta del Liceo










(Post dedicado a mis compañeros de Liceo, que me acompañaron en esa maravillosa etapa desde el 1er año A en 1961, hasta el 4to Año D en 1964)

Hace 50 años cruzaba por última vez la segunda puerta importante de mi vida (la de mi escuela, ya que la primera fue la de mi madre) y entraba por primera vez en la tercera puerta gravitante de mi recorrido vital: la del Liceo. Claro que en esa nueva experiencia no estaba solo: me acompañaban otros por entonces gurises que serian mis compañeros de ese viaje de cuatro años, que con ansiedad y no sin cierto temor a pesar de intentar disimularlo, traspasamos la vieja puerta del edificio que albergaba al por entonces único Liceo público de Florida, en la calle Independencia y Suárez.
Al dar ese paso, presentí que me esperaba algo diferente a lo vivido hasta el momento. Cada día que pasaba por esa puerta era como entrar a un túnel del conocimiento: el hall, la escalera que llevaba al salón 11 y luego el luminoso patio central. Implicaba, además, algo similar a un intento de obligarme a cortar el cordón umbilical de una vez por todas, de dar el primer paso hacia la fermental etapa de la juventud, de asumir mayores responsabilidades y de verme en situación de tomar decisiones cada vez mas importantes. Encontré allí todo el universo de las letras, de las ciencias, de la música…pero además del compañerismo, de la solidaridad, las primeras asambleas, el primer cigarrillo, además del primer amor, como todos.
Pero mas que nada me sentí culturalmente “colonizado” cuando todas esa masa de conocimiento comprendido en el enciclopedismo francés que por entonces modelaba nuestra Educación, comenzó a penetrar en mi mente comunicado por los queridos y recordados profesores que me dieron las herramientas para construirme como ser humano racional, pensante, intuitivo…
Allí, las magistrales clases de Literatura de Pascual Costa y Hugo Riva me acercaron a Manrique en español antiguo, a Baudelaire en francés; a saber quien era el Dante, a leer Los Miserables de Víctor Hugo, a soñar con los bulevares parisinos de Madame Bovary. Me hicieron conocer los homéricos héroes de la Ilíada, supe de Héctor y Andrómaca, de Aquiles, de su madre Tetis y su amigo Patroclo, de Agamenón y Clitemnestra, del caballo ideado por Ulises y el final de la Troya ardiente y destruida…
También de Virgilio y su Eneida, de las aventuras de Eneas conduciendo por los mares mediterráneos a los sobrevivientes troyanos. Del quijote cervantino y sus andanzas en las llanuras de la Mancha. Y de Hamlet, Laertes y Ofelia tanto como Macbeth, lady Macbeth, Duncan y Malcom de las tragedias de Shakespeare.
La Historia del Mundo llegó de la mano de Asdrúbal Alzati, Manuela Failache y el exigente profesor Castro Alvarez, que me llevaron a Egipto y sus dinastías, a Grecia, Roma, París, Cartago, Venecia, Versalles, Constantinopla, Jerusalén.…. Llenaron mi mente de imperios y repúblicas, de reyes y papas, de cruzadas y de guerras, de grandes catedrales góticas y de simples abadías romanas, de pirámides y de castillos….Me trajeron a Atila, Napoleón, Aníbal, Ricardo Corazón de León, Túpac Amaru, Solís, Colón, Tutankamon, Saladino, Julio César, Cortez, los mayas, los moros, los incas, los vikingos, los aztecas, los capiteles jónicos, dóricos y corintios tanto como los arcos romanos y los góticos….Hazburgos y Capetos, merovingios y carolingios….
Con el habla muy castiza de Lola (de quien no recuerdo el apellido) llegó la Filosofía. La Etica, la Moral, la Metafísica….conocimos las grandes líneas de la evolución del pensamiento de la Humanidad. Y así fuimos de Tales de Mileto a Sócrates, de Platón a Aristóteles, de Sartre a Bacon, de Cicerón a Séneca…Mas Descartes, Poincaré, Kant, Marx, Engels, Copérnico, Newton, Galileo Leonardo da Vinci…El existencialismo de Sartre y el humanismo de Erasmo, el positivismo de Comte y el empirismo de Bacon, ciencia y religión, sofistas y metafísicos.
Las clases de Dibujo eran de Fernández Gabianni y del flaco Llano. Hasta hoy recuerdo aquellos prismas en equilibrio estético con una esfera, colocados encima de una pequeña mesa, que mis lápices Faber 2B comprados en la papelería de Ruiz Díaz intentaban reproducir, iluminados por la luz que se colaba desde el patio del fondo por las altas ventanas del Salón 4. Lo mas lindo era cuando en primavera nos llevaban a dibujar a la Plaza Artigas….
Y las clases del Idioma Español con la Sra. de Terra o con Princesa Cosentino, con decenas de tiempos verbales, con lecturas minuciosas y análisis de los textos leídos….Era un mundo de gerundios y participios, de núcleo y predicado, de adjetivos y sustantivos, de conjunciones y preposiciones, de verbos y adverbios…
Las clases de música fueron de Nené Piera y Teresita Chenlo. Nené y su sonrisa me trajeron la magia de los grandes músicos de la Historia: allí por primera vez escuchaba sonatas, preludios, conciertos, sinfonías. Aprendimos a reconocer el sonido de cada instrumento entre todos los sonidos de una orquesta, viajamos de Bach a Beethoven, de Mozart a Listz, de Chopin a Fabini…Me parece revivir esas clases en el salón 1, el de la tarima y el piano….Y cantábamos, claro. En la clase, en las fiestas, y en el Coro de Cámara que por aquel entonces dirigía Teresita y que supe integrar junto a Lujan Buday, Zully Boyad, Alba Olano, Marianela Rottuno, Manuel Graña, Rogelio Cabrera y Mario Venturini.
Y las Ciencias....La Geografía me paseó por todo el Atlas de la mano del Profesor Izaza. Del Estrecho de Magallanes al de Gibraltar, del Sahara al Kalahari, del Amazonas al Ganges, del Nilo al Orinoco, de las Rocosas al Himalaya, de los Andes a los Alpes. Del golfo Pérsico al Mar Rojo, de America a la Polinesia, del Loire al Po, del Vesubio al Aconcagua. .... Rios, mares, golfos, estuarios, puertos, montañas, lagos, ciudades, costumbres, economía, volcanes.... Todo lugar del planeta tenía su lugar en cada clase, a medida que avanzábamos recorriendo tanto la geografía física como la geografía humana del globo.
Las matemáticas siempre me complicaron. A pesar de los esfuerzos de don Bernardino dos Santos, del prof. Nestor Trombotti o del querido Pepe Medeglia nunca me lleve muy bien con los polinomios y las ecuaciones, con Ruffini y con los limites tendiendo al infinito, y menos con las derivadas...algo que mas tarde tuve que volver a estudiar....
Ya en tercero llegó la Química: en el libro de Emeric encontramos la Tabla de los elementos, y pasamos de Gay Lussac a Mendeleyef, de Avogrado a Lavoisier, de Dalton a Proust. Pochocho Pastorini y Brenda Urdampilleta de Albarenga nos adentraron en el mundo invisible del atomo y sus electrones, protones, neutrones, cationes, aniones, numero de masa, valencias y cambio de valencias. Aprendimos sobre alcoholes, aldehidos, carbonatos, fosfatos, gases nobles, radicales, solventes, solutos, normalidad, molalidad.... Y en las clases prácticas, donde muchas veces no lográbamos que la fenoleiftaleína tiñiera un medio ácido o básico, o no podíamos evitar que se rompiera algun matráz por el exceso del ácido clorhídrico en el experimento, la calida sonrisa del querido profesor Preparador Carlitos Modernell parecía perdonar nuestras torpezas..
También llegó la Física. El recordado profesor "Piquitín" González, con su cigarrillo Richmnond entre sus dedos marcados de nicotina y el yesquero de mecha al lado de la libreta de clase, (cuantas veces nos pidio fuego cuando su encendedor no funcionaba!!!) nos metió en el mundo de las fuerzas y sus momentos, de la energía y el trabajo, de la luz, de planos inclinados, maquinas simples, poleas, palancas.... Y vinieron Newton, Coulomb, Faraday, Ohm, las ondas, la óptica, el magnetismo y el electromagnetismo, la gravedad y la electricidad, y todo ello se enlazaba con las clases de Cosmografía del profesor Julio Montero, que nos llevó de Copérnico a Galileo, de Ptolomeo a Einsten, de la Tierra al Espacio y la dimension inconmensurable y la estructura conocida o inferida del Cosmos. Nos enseñó de constelaciones, astros, planetas, estrellas, satélites, cometas, asteroides.
Albita Brignoni y Neneta Tubino nos trajeron los verbos y la gramática del Idioma Ingles, y sin saberlo dejaron dormidos en mi mente algunos términos que mas tarde en mi vida profesional me sirvieron para al menos intentar comunicarme en otros lugares del Mundo. Y Nelly Klet y Chichita Besio nos transportaron a la France y sus castillos, con aquellos cuatro inolvidables libros con tapas de distintos colores según el año que cursábamos, denominados “Le francais au Licee”....El querido Dr. Raúl Rodrigues de Vecchi, dejaba por un rato su profesión de abogado y su pasión basquetbolera de "su" Sud América para darnos las clases de Educación Cívica.
Y los porteros del Liceo: el Tito Forti y el Beto Pisano, don Barreto; más Valentín, Tito y Héctor Diaz, Nelly Geremías, y tantos más que no recuerdo.
Y mis compañeros de viaje. Ellos saben bien quienes son, yo los recuerdo uno por uno.
Salí de ese Liceo como abanderado en 1964, y eso constituye un orgullo para mi....pero más que nada me enorgullece haber recibido educación en una Institución Pública, y en haber tenido esos profesores tan queridos que ayudaron a moldear mi ser. Ellos, los nombrados y alguno que se me pueda escapar, mediante la trasmisión de su sabiduría y sus conocimientos me demostraron que el Mundo no estaba tan lejos.