17 de mayo de 2012

Gustito a casa











Hay cosas que te traen a la mente otras épocas, otros sabores, otras vivencias; para mí el gusto de las comidas es un punto de referencia que siempre me lleva a la cocina de mi madre y de mi abuela, a los tucos del Tango Bar, a los guisos de arroz con perdices… casi siempre cocinados al lado de un alambrado y a la sombra de un monte de eucaliptus.

Mamá sabía cocinar con poco y con mucho, los ingredientes que faltaban no importaba, siempre de alguna manera u otra, ella encontraba ese gustito que la caracterizaba. A mi padre le gustaba envasar cosas, tomates, morrones, salar cazón, los ajíes eran su especialidad… Siempre alguien estaba preparando algo, fuera cosechado, pescado o cazado… Yo de cierta manera trato de mantener esa tradición familiar viva y degustable.

No sé ni cómo se llama, pero en casa se preparaba una salsa de tomates que se usaba para acompañar el puchero, o tirar una cucharada en la sopa, yo también se la agregaba a los “refuerzos” de fiambre o de butifarra, cuando lo que sólo había era pan, lo untaba con esta salsa y me llenaba la panza de placer y a gusto.

Hoy día en mi casa, lejos de la casa y el país paterno, sigo preparando ese manjar, que además de darme satisfacción culinaria, me da un desahogo espiritual. El gran problema es que se corre la bola, resulta ser que ese que era mi manjar predilecto, era más común de lo que yo creía, pero la gente de mi generación nunca se preocupó en aprender a hacerla, por lo tanto, no importa la cantidad que haga, nunca alcanza.

Nunca falta un amigo que pasa por la casa y al retirarse, como sonseando me larga un… ¿te queda algún frasquito de la salsa para el puchero?...

Esta es la época en que la hago, pero este año, alguno de “mis clientes”, propusieron que la hiciéramos juntos, con el propósito de aprender los secretos de ese “gustito a casa”. Con Altamir Martínez y Walter Bizera, ya trituramos unos cuantos canastos de tomates, ya están colgados los bolsones en un árbol del fondo de mi casa, secando y fermentando.

Una fuente de tallarines verdes nos acompañó después del trabajo preparatorio, no faltó el vino ni el whisky. El viernes o el sábado nos volveremos a reunir para llevar a cabo la segunda parte del proceso, por supuesto que ahí tampoco faltará el vino y un asado… Pero lo que le dará más que nada ese gustito a casa, no son los ingredientes que le pondremos a la mezcla. El gustito se lo da la compañía de los amigos, la nostalgia, los cuentos y las historias que nos traen esas reuniones donde los uruguayos buscan encontrar ese “gustito a casa”.

Algunos de los que no vinieron, igual ya tienen el pan y la cuchara a mano. Esperemos que salga bien.

El Tordillo




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